martes, 4 de junio de 2013

"El burlador de Sevilla y convidado de piedra"





“El burlador de Sevilla”: Tragicomedia

La fusión de lo trágico y de lo cómico en una misma obra de teatro se realizó por primera vez, dentro del marco de la literatura universal, en la Tragicomedia de Calixto y Malibea. Esta compenetración de los dos mundos de la tragedia y la comedia, cuidadosamente separados en la literatura griega y latina, constituyó en el teatro creado por Lope una de sus características estructurales.
Ninguno de los dramaturgos del Siglo de Oro aventajó a Tirso en este injerto genial de las dos caras de la naturaleza humana: la trágica y la cómica. Nadie llevó a tales extremos el injerto de lo cómico, encarnado principalmente en el gracioso de la comedia. Sus graciosos reflejan el mundo desenvuelto de la comedia grecolatina. El burlador, sobre las comedias del mercedario, se destaca por las libertades verbales permitidas al gracioso, que a veces es soez, obsceno e irreverente… y admirable provocador de risa. No sin razón, al inaugurarse en la publicación de las comedias la época de la nueva moralidad, esto es, después de 1634, las comedias salidas antes de 1625 fueron atajadas, y se cortaron a mansalva los versos más atrevidos de EL burlador en su reacción abreviada. No solo se eliminaron las referencias a la sodomía, los pasajes más malolientes y los relativos al suicidio burlesco, sino que desaparecieron también aquellos pasajes que un actor podía provocar la hilaridad y carcajadas del público de los corrales.
Pero donde Tirso fundió con maestría los dos mundos de lo trágico y de lo cómico fue en aquellas dos escenas centrales de la obra, en que amo y criado se enfrentaron con la estatua del comendador Don Gonzalo, esto es, en escenas de los dos convites. El enfrentamiento de Don Juan con la estatua hace temblar al burlador, pero no le hace perder su serenidad y sangre fría. Esto se revela en su discurso y sus acciones. Por el contrario, en Catalinón la presencia de las estatuas produce terror, y sus palabras y acciones son fiel trasunto de la turbación de su espíritu. Durante estos dos importantes intervalos de contacto con lo divino corren paralelos, sin confundirse, los dos planos de la tragedia y de la comedia, encarnados en Don Juan y Catalinón. Hay que tener en cuenta esta separación de los dos niveles concurrentes en el análisis y comprensión de EL burlador. Amo y criado caminan por distintas vías en el mismo rumbo. Ambos se dirigen y hablan con Don Gonzalo desde posiciones y actitudes psicológicas diferentes.

Don Juan en la literatura universal

Don Juan murió trágicamente en la comedia de Tirso. Tenía que morir así, dentro de la concepción teológico-moral de su autor y su época. Pero Don Juan pervive en sus numerosos descendientes: en el teatro, en la novela, en la poesía, en la música, en la pintura, en la cinematografía, en la investigación y en el ensayo.
Don Juan es el mito más fecundo de la literatura universal. Hay un Edipo y un Hamlet y un Fausto, pero hay numerosas recreaciones de Don Juan: el de Moliere, el de Mozart, el de Pushkin.
Al Don Juan creyente le sucedieron los dos Juanes despojados del aguijón teológico, y se hizo hincapié en su enigmático contenido psicológico: su fuerza arrolladora, su ímpetu incontrolable, su afán de vivir, su desafío de la muerte. A penetrar ese misterio han consagrado sus esfuerzos los más grandes ensayistas, los médicos, los psicólogos.
A Don Juan se le ha hecho de origen nórdico, italiano, judío, árabe… Se le ha diagnosticado de histerismo agudo, de larvada femineidad, de homosexual, de agente del demonio. Se le ha gloroficado como expresión máxima de la razón vital, pero se le ha rebajado a la de un charlatán o un idiota, o un caballero al revés del galán platónico.

Bibliografía 

DE MOLINA, Tirso. El burlador de Sevilla y convidado de piedra, Madrid, Alhambra, 1982


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