“El burlador de Sevilla”:
Tragicomedia
La fusión de lo trágico
y de lo cómico en una misma obra de teatro se realizó por primera vez, dentro
del marco de la literatura universal, en la Tragicomedia
de Calixto y Malibea. Esta compenetración de los dos mundos de la tragedia
y la comedia, cuidadosamente separados en la literatura griega y latina,
constituyó en el teatro creado por Lope una de sus características
estructurales.
Ninguno de los
dramaturgos del Siglo de Oro aventajó a Tirso en este injerto genial de las dos
caras de la naturaleza humana: la trágica y la cómica. Nadie llevó a tales
extremos el injerto de lo cómico, encarnado principalmente en el gracioso de la
comedia. Sus graciosos reflejan el mundo desenvuelto de la comedia grecolatina.
El burlador, sobre las comedias del
mercedario, se destaca por las libertades verbales permitidas al gracioso, que
a veces es soez, obsceno e irreverente… y admirable provocador de risa. No sin
razón, al inaugurarse en la publicación de las comedias la época de la nueva
moralidad, esto es, después de 1634, las comedias salidas antes de 1625 fueron
atajadas, y se cortaron a mansalva los versos más atrevidos de EL burlador en su reacción abreviada. No
solo se eliminaron las referencias a la sodomía, los pasajes más malolientes y
los relativos al suicidio burlesco, sino que desaparecieron también aquellos
pasajes que un actor podía provocar la hilaridad y carcajadas del público de
los corrales.
Pero donde Tirso fundió
con maestría los dos mundos de lo trágico y de lo cómico fue en aquellas dos
escenas centrales de la obra, en que amo y criado se enfrentaron con la estatua
del comendador Don Gonzalo, esto es, en escenas de los dos convites. El enfrentamiento
de Don Juan con la estatua hace temblar al burlador, pero no le hace perder su
serenidad y sangre fría. Esto se revela en su discurso y sus acciones. Por el
contrario, en Catalinón la presencia de las estatuas produce terror, y sus
palabras y acciones son fiel trasunto de la turbación de su espíritu. Durante estos
dos importantes intervalos de contacto con lo divino corren paralelos, sin
confundirse, los dos planos de la tragedia y de la comedia, encarnados en Don Juan
y Catalinón. Hay que tener en cuenta esta separación de los dos niveles
concurrentes en el análisis y comprensión de EL burlador. Amo y criado caminan por distintas vías en el mismo rumbo.
Ambos se dirigen y hablan con Don Gonzalo desde posiciones y actitudes
psicológicas diferentes.
Don Juan en la literatura universal
Don Juan murió
trágicamente en la comedia de Tirso. Tenía que morir así, dentro de la
concepción teológico-moral de su autor y su época. Pero Don Juan pervive en sus
numerosos descendientes: en el teatro, en la novela, en la poesía, en la
música, en la pintura, en la cinematografía, en la investigación y en el
ensayo.
Don Juan es el mito más
fecundo de la literatura universal. Hay un Edipo y un Hamlet y un Fausto, pero
hay numerosas recreaciones de Don Juan: el de Moliere, el de Mozart, el de
Pushkin.
Al Don Juan creyente le
sucedieron los dos Juanes despojados del aguijón teológico, y se hizo hincapié
en su enigmático contenido psicológico: su fuerza arrolladora, su ímpetu
incontrolable, su afán de vivir, su desafío de la muerte. A penetrar ese
misterio han consagrado sus esfuerzos los más grandes ensayistas, los médicos,
los psicólogos.
A Don Juan se le ha
hecho de origen nórdico, italiano, judío, árabe… Se le ha diagnosticado de
histerismo agudo, de larvada femineidad, de homosexual, de agente del demonio. Se
le ha gloroficado como expresión máxima de la razón vital, pero se le ha
rebajado a la de un charlatán o un idiota, o un caballero al revés del galán
platónico.
Bibliografía
DE MOLINA, Tirso. El burlador de Sevilla y convidado de piedra, Madrid, Alhambra, 1982
DE MOLINA, Tirso. El burlador de Sevilla y convidado de piedra, Madrid, Alhambra, 1982
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