Aunque algunos lo niegan sin
alegar razones convincentes, Zorrilla tuvo que conocer El burlador de Sevilla. Allí aprendió sin duda la retórica amorosa
del seductor que sabe adornar su discurso de bellas y engañosas palabras. Allí supo
de un doble de Don Juan, el Marqués de la Mota, que servía para contrastar la
autenticidad de conducta del primero frente a la duplicidad del segundo. Allí observó
cartas y recados, mujeres que cedían a la pasión o al instinto, dueñas y
criados entrometidos. Y, sobre todo, allí descubrió el valor de la dinamicidad
dramática, a base de acciones rápidas, diálogos cortados, gestos arrogantes,
muertes súbitas.
Lo que Zorrilla debe
fundamentalmente a Tirso de Molina y a Zamora, aparte de los nombres de casi
todos los personajes, son los componentes esenciales del mito. Se ha señalado
que, desde un punto de vista estructural, son necesarios tres elementos para la
existencia de un Don Juan: un personaje licencioso, mujeriego, burlador, impío;
un muerto importante con invitación mutua de asesino y asesinado a cenar; un
grupo de mujeres, dentro del cual es esencial la hija del muerto. Zorrilla,
como tantos otros, aprendió en los dramaturgos españoles el esquema básico sin
el cual su Don Juan Tenorio no sería tal.
Zorrilla ha construido a Don
Juan Tenorio con una arquitectura firme y bien trabada. La división que hizo de
la obra en dos partes ha despistado un tanto a la crítica en cuanto a ello,
porque en realidad hay tres. Separando lo que en otros dramas donjuanescos
suele confundirse, se desarrolla en cada una un aspecto del personaje. Los actos
I y II de la primera parte constituyen una unidad cuyo tema es el burlador, un
Don Juan que consigue a la mujer con engaño, en este caso suplantando la
personalidad de don Luis. Los actos III y IV están dedicados al estudio del seductor,
un Don Juan que se apoya en diversos recursos, no solo el lenguaje, para rendir
amorosamente a la dama. Lo que se llama segunda parte se centra en el convidado
de piedra, dando extenso desarrollo a lo que antes solía ser un apéndice más o
menos apresurado.
Esta construcción tan
elaborada contiene en sí una interpretación del donjuanismo y debe, entre otras
cosas, llevar a concluir que Zorrilla no improvisó su drama. Por otro lado,
todos los episodios han sido ordenados al modo clásico en solo dos noches, si
bien separadas de un intervalo temporal de varios años: la noche de la locura
(I y II) y del amor (III y IV), la noche de la muerte (segunda parte).
En comparación con el
personaje protagonista de Don Álvaro o la
fuerza del sino es el sentido opuesto. Don Álvaro no es un personaje
satánico y sin embargo termina suicidándose. Don Juan siendo toda la obra un
personaje satánico se salva por amor. Don Juan busca continuamente su voluntad,
su destino. Él no quiere que el destino le imponga nada y por imponer su
voluntad es capaz de apostar su vida.
Bibliografía
ZORRILLA, José. Don Juan
Tenorio. Barcelona, Crítica, 1993
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